¿Qué va a enterrar México una vez que Donald Trump cumpla su oferta de campaña de ponerle fin al Tratado de Libre Comercio con América del Norte? Entre otras cosas, las promesas de papel, los traumas por la crisis financiera de diciembre del 94, triunfos de algunos sectores, los fracasos de otros o la fallida proyección de crecimiento económico de los noventa. Hace 23 años, el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari le presentó a los mexicanos el acuerdo comercial como el ingreso al primer mundo y el principio para disminuir la miseria que desde entonces iba en aumento. Hoy, en la antesala de la probable renegociación que culminaría con el aniquilamiento del tratado ya casi todo es nostalgia y se ha impuesto la necesidad de cambiar la visión. ¿Cómo ver hacia delante? Es la gran pregunta para economistas, gestores culturales, empresarios y personas en la calle.
Era 1993 y se iniciaba el último año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari, quien dos años atrás había firmado el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Muy pocas cosas enturbiaban el futuro para los mexicanos. “No queremos un cambio que sea a costa de las libertades”, expresó el entonces Presidente al rendir su Quinto Informe de Gobierno en el Congreso de la Unión. Y sus palabras brindaron esperanza y confianza.
Han pasado 23 años y el porvenir ya está aquí, en la persona del Presidente de Estados Unidos, Donald John Trump, quien según todas las visiones y fuentes hará lo que esté en sus manos para romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en el que comparte sociedad con Canadá y México.
Al Mandatario del vecino del norte le importa, sobre todo, finiquitar los tratos comerciales con México, deseo que manifestó desde la campaña. Su argumento es que nuestro país se aprovechó de la apertura comercial, es el único ganador y puso en desventaja a Estados Unidos.
Según dijo el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo Villarreal, en la sesión del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la renegociación podría iniciarse en mayo próximo porque el Congreso de Estados Unidos necesita por lo menos tres meses para sentarse a la mesa. Es decir, el estira y afloja tomará tiempo.
El 1 de febrero, el Presidente Enrique Peña Nieto anunció que su Gobierno inició consultas formales con el sector productivo con el fin de sentarse a la mesa. El Mandatario relanzó el sello “Hecho en México”, un emblema publicado por primera vez en 1978 en el Diario Oficial de la Federación, después de que se transmitió la campaña “Lo hecho en México está bien hecho”.
Pero el Presidente de Estados Unidos parece tener otros tiempos y no los del gabinete mexicano. Un día después de anunciada la campaña de Peña Nieto, su homólogo Donald Trump tuvo reuniones con legisladores y empleados de la empresa de motocicletas Herley-Davidson donde dijo que quiere “rehacer” el TLCAN que califica como “catástrofe” para Estados Unidos. Y acentuó que el objetivo es añadir una F al acuerdo, f de “free”y “fair” (libre y justo en inglés).
No hay fuente consultable que indique que el TLCAN se salvará. El acuerdo comercial más ambicioso que ha firmado México, es un cadáver ya. Economistas, politólogos, empresarios, dueños de negocios en la calle lo ven de esa manera. Y entonces, ¿qué debe hacer México? ¿Hacia dónde debe virar?
¿Qué es lo que está sepultando?
– ¿Pero nosotros, qué vamos a hacer?
– Tenemos que salir adelante. El gobierno debe dar más facilidades. La tramitología es espantosa (en México). Aquí eres delincuente hasta que no demuestres lo contrario. Aquí hay trámites para todo y aparte con corrupción.
A finales de diciembre de 1993 a ras de la banqueta, Carlos Salinas de Gortari bailó. Era un líder. Casi todos le creían y lo celebraban. Cuando apenas tenía un mes en el Gobierno, había hecho lo impensable: el 10 de enero de 1989, envió al Ejército a detener en su casa de Ciudad Madero, Tamaulipas, al acaudalado y poderoso líder del Sindicato de Trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex), Joaquín Hernández Galicia, “La Quina” por homicidio y acopio de armas.
Luego, Salinas se empeñó en firmar el TLCAN. A su lado, Jaime Serra Puche, el hombre más distinguido del Gabinete como Secretario de Comercio, de la antigua Secofi. Presidente y Secretario eran serios y efectivos. Serra Puche, por ejemplo, sin reserva declaró que no leía jamás la prensa mexicana; sino The Wall Street Journal y The Financial Times. Los dos tenían fama de trajes negros de marcas multinacionales en una época en que el mercado mexicano no estaba abierto de par en par.
Y desde que Salinas de Gortari estampó su firma como Primer Mandatario en ese convenio comercial su discurso no cambió: México había ingresado al primer mundo y así se tenía que vivir, aun cuando en Chiapas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional le había declarado la guerra al Estado mexicano, lo que puso en evidencia lo ya conocido: la marginación histórica de las comunidades indígenas.
Fue cierto. Las cosas cambiaron. La apertura comercial se vio reflejada en cadenas y franquicias de comida rápida, el lenguaje se modificó, el uso de la telefonía se volvió celular, los videojuegos se ampliaron en una gama casi incuantificable, los conciertos de grupos y cantantes internacionales tomaron los escenarios mexicanos, las series por Internet se volvieron referentes, la oferta culinaria viró a lo internacional, las editoriales multinacionales ingresaron al mercado mexicano; pero al tiempo, el número de mexicanos pobres se incrementó sin que los empresarios respondieran con generación de empleos, el salario no aumentó y la población subió de peso a grados mórbidos.
Algunos ganaron. La industria automotriz es uno de esos ejemplos luminosos. La exportación de automóviles, según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), mantuvo un crecimiento promedio hasta ahora de 12.6 por ciento anual. En 1993 había 13 plantas automotrices y ahora son más de 30 con miles de empleos directos, según datos de la Secretaría de Economía.
La producción hortofrutícola es otra con luces. En ella está el aguacate, el llamado “el oro verde”. En 1995, esa fruta no se podía exportar a Estados Unidos, pero al cierre de 2012 se habían alcanzado 822 millones de dólares de ventas en ese país. El mercado de aguacate en el vecino del norte ha permitido el auge de más de 40 empresas exportadoras con unos 15 mil productores.
En los últimos años, los televidentes estadounidenses han dado en consumir totopos con guacamole mientras siguen el final de la temporada de la NFL. Es la transmisión más vista por televisión en Estados Unidos, lo que hace que los tiempos comerciales se coticen alto en la industria publicitaria. Y este año, en las vísperas de la celebración del Super Bowl, el ingreso de un cargamento de 120 toneladas de aguacate fue frenado en la frontera de México con Estados Unidos, lo que se interpretó como el primer gran signo de que el aguacate puede tener problemas en el futuro cercano.
La mayoría de los aguacateros de Michoacán están agrupados en Avocados from Mexico, una organización que el año pasado logró que su comercial humorístico estuviera en la lista de los 10 mejores de The Washington Post. Un grupo de extraterrestres hace una visita guiada a un museo del espacio para conocer la cultura humana. Figuran artefactos como el cubo de Rubik y las mascotas Chia, así como el actor juvenil de los 80, Scott Baio. “Ese simple rompecabezas era simplemente irresoluble por los humanos”, dice el guía. En otra parte del museo presenta asientos de avión como “cámaras de tortura”. Al final, el guía presenta uno de los más importantes legados humanos: “Lo más sorprendente son los aguacates de México. Siempre están en temporada, así que los puedes comer todo el año”. Enseguida los extraterrestres devoran totopos con guacamole.
Este auge pervive entre termores, uno es el probable fin del TLCAN y el otro, la violencia que no cede en Michoacán, la tierra que lo produce. Los pequeños productores coinciden que el poder de facto de grupos delincuenciales aún piden cuotas o producción. Además, están los sembradores ilegales que según el Gobierno del estado destruyen cada año unas 20 mil hectáreas para hacer crecer aguacate.
El TLCAN tuvo víctimas muy visibles. Antes del acuerdo, más del 80 por ciento de los juguetes que llegaba a México, vía Los Reyes Magos o Santa Claus, era mexicano. La cifra decayó. De 380 fabricantes que registró la Asociación Mexicana de la Industria del Juguete (Amiju) en 1993, hoy sólo quedan 30. Otra herida es la industria del vestido. Cientos de fábricas cerraron en México lo que aniquiló unos 350 mil empleos en veinte años, según el documento “Políticas e Instrumentos para profundizar la integración Regional de la Industria del Vestido en la zona del TLCAN” de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (CNIV).
La naturaleza del Tratado fue mostrar luces y sombras. El comercio exterior con Estados Unidos y Canadá creció de manera considerable. En 1993, México exportaba hacia ambos países 44 mil 420 millones de dólares e importaba 46 mil 470 millones, lo que le representó un déficit comercial de dos mil 50 millones de dólares. Al iniciar la era Trump, hay un superávit comercial de 103 mil 762 millones de dólares. Hay que decir que dentro del TLCAN, México realiza el 96.3 por ciento de su comercio con Estados Unidos y el restante 3.7 por ciento con Canadá.
En cambio, los flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) de Estados Unidos y Canadá hacia México no han mostrado crecimiento. En 1999 la IED de ambos países fue de ocho mil 246 millones de dólares y en el año 2012 se reportaron ocho mil 781 millones.
Ahora, el TLCAN queda a deber en crecimiento. La economía de México se extendió un promedio de sólo 2.5 por ciento al año, una fracción de lo que se necesitaba para proporcionar los empleos y la prosperidad prometida por sus impulsores. En estos días, la foto es esta: más de la mitad de los mexicanos vive por debajo de la línea de pobreza, una proporción que permanece sin cambios desde 1993, antes de que el acuerdo entrara en vigor. Los salarios mexicanos se han estancado por más de una década, y persiste el abismo entre ricos y pobres. En el campo, la mayoría de los trabajadores tienen empleos ilegales en talleres, mercados y granjas para poder sobrevivir.
En el Gobierno de Enrique Peña Nieto, los nubarrones se instalaron sobre la economía mexicana. Analistas consultados por el Banco de México estiman un crecimiento económico nacional de 1.49 por ciento para 2017 y de 2.17 por ciento para 2018. El mercado interno se encuentra débil por falta de ingresos, los consumidores no muestran confianza y por si fuera poco, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacó en un informe que México es el único país del continente donde el salario mínimo es inferior (0.66 veces) al umbral de la pobreza.
A la hora de las explicaciones, los especialistas coinciden en que el impulso reformador del gobierno se impuso sobre la cotidianidad de los ciudadanos. En menos de dos años, el Presidente Enrique Peña Nieto logró consolidar cinco reformas estructurales en los ámbitos financiero, económico, de telecomunicaciones, educativo y energético; mientras empezaba un freno y luego una desaceleración en la Economía. Para Gerardo Esquivel, del Colegio de México, “el Presidente se ha dedicado a hacer política y ha pasado por alto la gestión de la vida en la calle. Y he aquí este bajo crecimiento, con un mercado interno débil”.
Varias posiciones económicas coinciden en que si el TLCAN no contribuyó con el crecimiento económico fue porque las cadenas productivas no se fortificaron. La ausencia de política industrial benefició la importación de insumos y bienes a través de la desregulación. “Mucho del intercambio se enfocó en la maquila. Además, de cada dólar de lo que exportamos, el 40 por ciento son insumos de Estados Unidos, no es que aquí generáramos. Pasó en todas las industrias. Aeronáutica, Automotriz, línea blanca, electrónicos. Estuvo muy concentrada el tema de la inversión. Ahí se generó productividad. Pero simultáneamente hubo un proceso de automatización del trabajo que no aportó a la ecuación”, indica Berrocal del IMEF.
Además, está el trabajo informal. En 2014, el Presidente Peña Nieto puso en operación la estrategia “Crezcamos Juntos” para otorgar beneficios fiscales a quienes se sumaran a la formalidad. Quería, el Mandatario, otorgar seguridad social, vivienda y pensión. Del año de iniciado el programa, la informalidad disminuyó a 2015 en 0.3 por ciento. Y ahora, cuando ha iniciado la era Trump, ese tipo de ocupación le aporta al PIB, 23.6 por ciento, según la Medición de la Economía Informal, base 2008, del Inegi.
Carlos Salinas de Gortari, el hombre en quien se originó el TLCAN, fijó su posición en el blog sobre América Latina y el Caribe de la London School of Economics and Political Science sobre la posible sepultura del acuerdo. Según el ex Presidente, la eliminación sería un retroceso para México y Estados Unidos. Sobre nuestro país, escribió que de ser monoexportador de petróleo, ahora exporta bienes por mil millones de dólares diarios, desde tomates y chiles, hasta celulares y televisiones. Según él, los sueldos ligados al TLCAN son 40 por ciento más altos que el resto, con 90 por ciento de los trabajadores sindicalizados.
En cuanto a Trump, el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari ya había establecido su postura. En noviembre de 2015, se presentó en el foro de The Economist en México y permitió ser entrevistado por Michael Reid, editor en jefe en Latinoamérica de la publicación británica, frente a una audiencia de periodistas, académicos y empresarios.
El ex Mandatario mexicano más controvertido de la Historia contemporánea achicó los ojos, su gesto característico. Creó tensión.
–Señor, ¿tiene usted un mínimo de decencia?” – dijo Salinas que le diría a Trump.
El hombre de las frases más provocadoras, como “ni los veo, ni los oigo” (cuando hablaba de los perredistas, oposición de su gobierno) o, “no se hagan bolas” (cuando él mismo propició que la candidatura de Luis Donaldo Colosio se viera minada por el impulso de Manuel Camacho Solís), expuso esa vez que Trump podría ser derrumbado sólo con la palabra.
Explicó que Donald Trump tiene una posición como la del entonces Senador Joseph McCarthy, “el gran demagogo” de los cincuenta del siglo pasado que persiguió a los intelectuales por sus ideas. “ … McCarthy se cayó cuando hubo alguien que se levantó y le hizo la pregunta fundamental: “¿Señor, tiene usted un mínimo de decencia?”
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: UNIDAD DE DATOS/LINOLOE RO. FLORES, EFRÉN FLORES.
LINK: http://www.sinembargo.mx/06-02-2017/3145318
Era 1993 y se iniciaba el último año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari, quien dos años atrás había firmado el Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN). Muy pocas cosas enturbiaban el futuro para los mexicanos. “No queremos un cambio que sea a costa de las libertades”, expresó el entonces Presidente al rendir su Quinto Informe de Gobierno en el Congreso de la Unión. Y sus palabras brindaron esperanza y confianza.
“Porque entonces el progreso no sería valioso ni respetaría la dignidad de los mexicanos. No queremos un cambio que concentre las oportunidades, sino que incorpore a todos a las tareas de la nación, y más a los que menos tienen. No queremos un cambio que perjudique nuestro medio ambiente, porque estaríamos sacrificando nuestro propio esfuerzo, estaríamos negando el porvenir a nuestros hijos”, dijo.
Han pasado 23 años y el porvenir ya está aquí, en la persona del Presidente de Estados Unidos, Donald John Trump, quien según todas las visiones y fuentes hará lo que esté en sus manos para romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en el que comparte sociedad con Canadá y México.
Al Mandatario del vecino del norte le importa, sobre todo, finiquitar los tratos comerciales con México, deseo que manifestó desde la campaña. Su argumento es que nuestro país se aprovechó de la apertura comercial, es el único ganador y puso en desventaja a Estados Unidos.
“Quizá lo renegociaremos, quizá lo romperemos, porque ¿sabe?, todos los acuerdos tienen un fin”. Fueron las palabras de Donald Trump en una entrevista con la cadena televisiva CBS. Según Trump, en ese momento candidato a la Primera Magistratura del país más poderoso del mundo, el acuerdo regional entre Canadá, Estados Unidos y México era un desastre. De hecho, al ganar la candidatura del partido Republicano, su oferta primordial fue concluirlo de una vez por todas.
Según dijo el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo Villarreal, en la sesión del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la renegociación podría iniciarse en mayo próximo porque el Congreso de Estados Unidos necesita por lo menos tres meses para sentarse a la mesa. Es decir, el estira y afloja tomará tiempo.
El 1 de febrero, el Presidente Enrique Peña Nieto anunció que su Gobierno inició consultas formales con el sector productivo con el fin de sentarse a la mesa. El Mandatario relanzó el sello “Hecho en México”, un emblema publicado por primera vez en 1978 en el Diario Oficial de la Federación, después de que se transmitió la campaña “Lo hecho en México está bien hecho”.
Pero el Presidente de Estados Unidos parece tener otros tiempos y no los del gabinete mexicano. Un día después de anunciada la campaña de Peña Nieto, su homólogo Donald Trump tuvo reuniones con legisladores y empleados de la empresa de motocicletas Herley-Davidson donde dijo que quiere “rehacer” el TLCAN que califica como “catástrofe” para Estados Unidos. Y acentuó que el objetivo es añadir una F al acuerdo, f de “free”y “fair” (libre y justo en inglés).
No hay fuente consultable que indique que el TLCAN se salvará. El acuerdo comercial más ambicioso que ha firmado México, es un cadáver ya. Economistas, politólogos, empresarios, dueños de negocios en la calle lo ven de esa manera. Y entonces, ¿qué debe hacer México? ¿Hacia dónde debe virar?
¿Qué es lo que está sepultando?
Para el economista Manuel Molano del Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), la historia está a punto de terminar y en México, la energía debe concentrarse en ver la contingencia y tomar decisiones. “Podríamos encontrar un modelo de producción que nos permitiera emplear a más personas que ahora ya no son sujetos de empleo debido a la sustitución del trabajo con la tecnología que trajo el Tratado. Que los trabajadores crezcan, ahorren y consuman. Ocurre en mayor y menor medida en Estados Unidos y Canadá. Pero en México, no. Por eso, ¿cómo le vamos a hacer? Tenemos que dejar de castigar la producción de la riqueza. Tenemos que generar incentivos para que más gente sea dueña de ese capital”.Adriana Berrocal González presidenta del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF), piensa que ningún escenario es catastrófico para México. “Los retos que tenemos ahorita son retos que ya teníamos antes. La coyuntura nos está forzando a tomar decisiones. Ahora podemos colocarnos en la parte más valiosa en la cadena de producción. Abrazar a la tecnología y mejorar la calidad de nuestra mano de obra para buscar el crecimiento económico con nuestros recursos y no con la dependencia de Estados Unidos que tenemos ahora. ¿Qué puede pasar? Si el TLCAN se cancela totalmente, quedan las reglas de la Organización Mundial de Comercio que son bastante sensatas”.
En el Centro Histórico, un hombre mayor de 70 años, que se ha dedicado al cuero los últimos 40 años, habla de lo que debe hacerse. Es un rostro del TLCAN. Su producto ha servido para la industria automotriz, una de las estrellas del acuerdo. Habla de Trump: “Al loquito este del norte, al cabeza de zanahoria, lo único que hay que hacer es dejarlo hablar para que se ahorque solo. Se va a ahorcar solo”.
– ¿Pero nosotros, qué vamos a hacer?
– Tenemos que salir adelante. El gobierno debe dar más facilidades. La tramitología es espantosa (en México). Aquí eres delincuente hasta que no demuestres lo contrario. Aquí hay trámites para todo y aparte con corrupción.
A finales de diciembre de 1993 a ras de la banqueta, Carlos Salinas de Gortari bailó. Era un líder. Casi todos le creían y lo celebraban. Cuando apenas tenía un mes en el Gobierno, había hecho lo impensable: el 10 de enero de 1989, envió al Ejército a detener en su casa de Ciudad Madero, Tamaulipas, al acaudalado y poderoso líder del Sindicato de Trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex), Joaquín Hernández Galicia, “La Quina” por homicidio y acopio de armas.
Luego, Salinas se empeñó en firmar el TLCAN. A su lado, Jaime Serra Puche, el hombre más distinguido del Gabinete como Secretario de Comercio, de la antigua Secofi. Presidente y Secretario eran serios y efectivos. Serra Puche, por ejemplo, sin reserva declaró que no leía jamás la prensa mexicana; sino The Wall Street Journal y The Financial Times. Los dos tenían fama de trajes negros de marcas multinacionales en una época en que el mercado mexicano no estaba abierto de par en par.
Y desde que Salinas de Gortari estampó su firma como Primer Mandatario en ese convenio comercial su discurso no cambió: México había ingresado al primer mundo y así se tenía que vivir, aun cuando en Chiapas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional le había declarado la guerra al Estado mexicano, lo que puso en evidencia lo ya conocido: la marginación histórica de las comunidades indígenas.
Fue cierto. Las cosas cambiaron. La apertura comercial se vio reflejada en cadenas y franquicias de comida rápida, el lenguaje se modificó, el uso de la telefonía se volvió celular, los videojuegos se ampliaron en una gama casi incuantificable, los conciertos de grupos y cantantes internacionales tomaron los escenarios mexicanos, las series por Internet se volvieron referentes, la oferta culinaria viró a lo internacional, las editoriales multinacionales ingresaron al mercado mexicano; pero al tiempo, el número de mexicanos pobres se incrementó sin que los empresarios respondieran con generación de empleos, el salario no aumentó y la población subió de peso a grados mórbidos.
Más allá del acceso al nuevo flujo comercial, ¿qué le pasó a los mexicanos respecto a la cultura? Eduardo Cruz Vázquez es coordinador del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu-UAM). Cuando, como coordinador del libro “TLCAN/Cultura. ¿Lubricante o engrudo?” se propuso elaborar la balanza comercial del sector, pero no encontró fuentes con las que pudiera establecer tal indicador. Pero hay algo cierto para el investigador. “Es evidente que la sociedad mexicana -dice en entrevista- ha tenido un crecimiento exponencial en contenidos de formas de cultura y recreación a través de importaciones de Estados Unidos, lo que ha invadido el escenario social de México. Se han llenado sus expectativas de entretenimiento a través de la industria audiovisual. Y ya no es la misma sociedad que hace 23 años”.
Algunos ganaron. La industria automotriz es uno de esos ejemplos luminosos. La exportación de automóviles, según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), mantuvo un crecimiento promedio hasta ahora de 12.6 por ciento anual. En 1993 había 13 plantas automotrices y ahora son más de 30 con miles de empleos directos, según datos de la Secretaría de Economía.
La producción hortofrutícola es otra con luces. En ella está el aguacate, el llamado “el oro verde”. En 1995, esa fruta no se podía exportar a Estados Unidos, pero al cierre de 2012 se habían alcanzado 822 millones de dólares de ventas en ese país. El mercado de aguacate en el vecino del norte ha permitido el auge de más de 40 empresas exportadoras con unos 15 mil productores.
En los últimos años, los televidentes estadounidenses han dado en consumir totopos con guacamole mientras siguen el final de la temporada de la NFL. Es la transmisión más vista por televisión en Estados Unidos, lo que hace que los tiempos comerciales se coticen alto en la industria publicitaria. Y este año, en las vísperas de la celebración del Super Bowl, el ingreso de un cargamento de 120 toneladas de aguacate fue frenado en la frontera de México con Estados Unidos, lo que se interpretó como el primer gran signo de que el aguacate puede tener problemas en el futuro cercano.
La mayoría de los aguacateros de Michoacán están agrupados en Avocados from Mexico, una organización que el año pasado logró que su comercial humorístico estuviera en la lista de los 10 mejores de The Washington Post. Un grupo de extraterrestres hace una visita guiada a un museo del espacio para conocer la cultura humana. Figuran artefactos como el cubo de Rubik y las mascotas Chia, así como el actor juvenil de los 80, Scott Baio. “Ese simple rompecabezas era simplemente irresoluble por los humanos”, dice el guía. En otra parte del museo presenta asientos de avión como “cámaras de tortura”. Al final, el guía presenta uno de los más importantes legados humanos: “Lo más sorprendente son los aguacates de México. Siempre están en temporada, así que los puedes comer todo el año”. Enseguida los extraterrestres devoran totopos con guacamole.
Este auge pervive entre termores, uno es el probable fin del TLCAN y el otro, la violencia que no cede en Michoacán, la tierra que lo produce. Los pequeños productores coinciden que el poder de facto de grupos delincuenciales aún piden cuotas o producción. Además, están los sembradores ilegales que según el Gobierno del estado destruyen cada año unas 20 mil hectáreas para hacer crecer aguacate.
El TLCAN tuvo víctimas muy visibles. Antes del acuerdo, más del 80 por ciento de los juguetes que llegaba a México, vía Los Reyes Magos o Santa Claus, era mexicano. La cifra decayó. De 380 fabricantes que registró la Asociación Mexicana de la Industria del Juguete (Amiju) en 1993, hoy sólo quedan 30. Otra herida es la industria del vestido. Cientos de fábricas cerraron en México lo que aniquiló unos 350 mil empleos en veinte años, según el documento “Políticas e Instrumentos para profundizar la integración Regional de la Industria del Vestido en la zona del TLCAN” de la Cámara Nacional de la Industria del Vestido (CNIV).
¿Por qué en esta historia hay sacrificados? Adriana Berrocal, presidenta del IMEF, señala que “en México no se aprovecharon los procesos de industrialización para incorporarlos en la planta productiva. Y mientras no los adoptemos seremos participantes pasivos del proceso. A eso, sumemos que en dos décadas los salarios no se incrementaron como se pensaba. Una de las expectativas del Tratado era que la brecha de ingresos con los socios comerciales se rompería; pero no ocurrió de esa forma”.
La naturaleza del Tratado fue mostrar luces y sombras. El comercio exterior con Estados Unidos y Canadá creció de manera considerable. En 1993, México exportaba hacia ambos países 44 mil 420 millones de dólares e importaba 46 mil 470 millones, lo que le representó un déficit comercial de dos mil 50 millones de dólares. Al iniciar la era Trump, hay un superávit comercial de 103 mil 762 millones de dólares. Hay que decir que dentro del TLCAN, México realiza el 96.3 por ciento de su comercio con Estados Unidos y el restante 3.7 por ciento con Canadá.
En cambio, los flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) de Estados Unidos y Canadá hacia México no han mostrado crecimiento. En 1999 la IED de ambos países fue de ocho mil 246 millones de dólares y en el año 2012 se reportaron ocho mil 781 millones.
Ahora, el TLCAN queda a deber en crecimiento. La economía de México se extendió un promedio de sólo 2.5 por ciento al año, una fracción de lo que se necesitaba para proporcionar los empleos y la prosperidad prometida por sus impulsores. En estos días, la foto es esta: más de la mitad de los mexicanos vive por debajo de la línea de pobreza, una proporción que permanece sin cambios desde 1993, antes de que el acuerdo entrara en vigor. Los salarios mexicanos se han estancado por más de una década, y persiste el abismo entre ricos y pobres. En el campo, la mayoría de los trabajadores tienen empleos ilegales en talleres, mercados y granjas para poder sobrevivir.
En el Gobierno de Enrique Peña Nieto, los nubarrones se instalaron sobre la economía mexicana. Analistas consultados por el Banco de México estiman un crecimiento económico nacional de 1.49 por ciento para 2017 y de 2.17 por ciento para 2018. El mercado interno se encuentra débil por falta de ingresos, los consumidores no muestran confianza y por si fuera poco, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) destacó en un informe que México es el único país del continente donde el salario mínimo es inferior (0.66 veces) al umbral de la pobreza.
A la hora de las explicaciones, los especialistas coinciden en que el impulso reformador del gobierno se impuso sobre la cotidianidad de los ciudadanos. En menos de dos años, el Presidente Enrique Peña Nieto logró consolidar cinco reformas estructurales en los ámbitos financiero, económico, de telecomunicaciones, educativo y energético; mientras empezaba un freno y luego una desaceleración en la Economía. Para Gerardo Esquivel, del Colegio de México, “el Presidente se ha dedicado a hacer política y ha pasado por alto la gestión de la vida en la calle. Y he aquí este bajo crecimiento, con un mercado interno débil”.
Varias posiciones económicas coinciden en que si el TLCAN no contribuyó con el crecimiento económico fue porque las cadenas productivas no se fortificaron. La ausencia de política industrial benefició la importación de insumos y bienes a través de la desregulación. “Mucho del intercambio se enfocó en la maquila. Además, de cada dólar de lo que exportamos, el 40 por ciento son insumos de Estados Unidos, no es que aquí generáramos. Pasó en todas las industrias. Aeronáutica, Automotriz, línea blanca, electrónicos. Estuvo muy concentrada el tema de la inversión. Ahí se generó productividad. Pero simultáneamente hubo un proceso de automatización del trabajo que no aportó a la ecuación”, indica Berrocal del IMEF.
Además, está el trabajo informal. En 2014, el Presidente Peña Nieto puso en operación la estrategia “Crezcamos Juntos” para otorgar beneficios fiscales a quienes se sumaran a la formalidad. Quería, el Mandatario, otorgar seguridad social, vivienda y pensión. Del año de iniciado el programa, la informalidad disminuyó a 2015 en 0.3 por ciento. Y ahora, cuando ha iniciado la era Trump, ese tipo de ocupación le aporta al PIB, 23.6 por ciento, según la Medición de la Economía Informal, base 2008, del Inegi.
Carlos Salinas de Gortari, el hombre en quien se originó el TLCAN, fijó su posición en el blog sobre América Latina y el Caribe de la London School of Economics and Political Science sobre la posible sepultura del acuerdo. Según el ex Presidente, la eliminación sería un retroceso para México y Estados Unidos. Sobre nuestro país, escribió que de ser monoexportador de petróleo, ahora exporta bienes por mil millones de dólares diarios, desde tomates y chiles, hasta celulares y televisiones. Según él, los sueldos ligados al TLCAN son 40 por ciento más altos que el resto, con 90 por ciento de los trabajadores sindicalizados.
En cuanto a Trump, el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari ya había establecido su postura. En noviembre de 2015, se presentó en el foro de The Economist en México y permitió ser entrevistado por Michael Reid, editor en jefe en Latinoamérica de la publicación británica, frente a una audiencia de periodistas, académicos y empresarios.
– ¿Qué le diría a Donald Trump, precandidato del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos, en este invierno de 2015? – le preguntó el entrevistador.
El ex Mandatario mexicano más controvertido de la Historia contemporánea achicó los ojos, su gesto característico. Creó tensión.
–Señor, ¿tiene usted un mínimo de decencia?” – dijo Salinas que le diría a Trump.
El hombre de las frases más provocadoras, como “ni los veo, ni los oigo” (cuando hablaba de los perredistas, oposición de su gobierno) o, “no se hagan bolas” (cuando él mismo propició que la candidatura de Luis Donaldo Colosio se viera minada por el impulso de Manuel Camacho Solís), expuso esa vez que Trump podría ser derrumbado sólo con la palabra.
Explicó que Donald Trump tiene una posición como la del entonces Senador Joseph McCarthy, “el gran demagogo” de los cincuenta del siglo pasado que persiguió a los intelectuales por sus ideas. “ … McCarthy se cayó cuando hubo alguien que se levantó y le hizo la pregunta fundamental: “¿Señor, tiene usted un mínimo de decencia?”
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: UNIDAD DE DATOS/LINOLOE RO. FLORES, EFRÉN FLORES.
LINK: http://www.sinembargo.mx/06-02-2017/3145318