Javier Duarte de Ochoa, miembro del “nuevo PRI”, celebrado por el propio Enrique Peña Nieto, es hoy uno de los ex gobernadores paradigmas de la corrupción en México. De acuerdo con datos oficiales, su administración en Veracruz generó un posible quebranto al patrimonio del estado de más de 35 mil millones de pesos, una deuda pública de 45 mil millones –más del doble de la que recibió– y un aumento en la violencia que fue notorio incluso desde el primer mes de su Gobierno, en diciembre de 2010. La personalidad del ex Gobernador, ahora recluido en una prisión de Guatemala, es analizada en SinEmbargo por criminólogos y sicólogos que coinciden en que la política, al menos en México, no es un ambiente sano sino enfermo, que demanda o exige personalidades más o menos del mismo nivel: enfermas. Y, además, con habilidades donde destacan la capacidad de negociación y convencimiento, además del poder engañar, mentir y nunca sentir culpa.
A principios de este siglo, antes de ser acusado de enriquecimiento ilícito, peculado e incumplimiento del deber legal, el veracruzano Javier Duarte de Ochoa quería cambiar la Constitución y, según lo que escribió en aquel tiempo, mejorar la representatividad “de quienes hablan en nombre del pueblo”.
Era 2001, el hoy ex priista encarcelado trabajaba para el entonces Senador priista Fidel Herrera Beltrán y, desde 1997, cuando también era mano derecha de éste en la Cámara de Diputados, había acumulado un amplio conocimiento sobre los temas legislativos.