Han pasado las elecciones del Estado de México y toca seguir adelante. No tengo duda de que Andrés Manuel López Obrador no acumula riquezas como finalidad para ejercer el poder público. Creo que en gran medida lo anima un deseo auténtico de hacer una reforma en el diseño institucional del país tan grande como sea posible. En todos estos años ha podido escuchar de primera mano las múltiples historias de corrupción e impunidad que gozan de cabal salud a lo largo y ancho del país. Distintas encuestas coinciden en que si hoy fueran las elecciones, él sería el ganador prácticamente indiscutible, pero no es el caso.
Faltan, sin embargo, varios meses en los que todo puede suceder. Las elecciones del Estado de México deben ser una lección aprendida de lo mucho que falta para conmover a una sociedad diletante, apática, corruptible, con un bajo nivel educativo y ausencia de valores democráticos. Y el Estado de México no es la excepción. Esa circunstancia se repite, en mayor o menor medida, en todo el país.