Lejos de tener una vocación humanitaria, el gobierno mexicano mantiene una política de persecución en contra de los migrantes indocumentados que pasan por nuestro país, sobre todo procedentes de la violenta y pobre Centroamérica, en busca de una oportunidad de vida.
El caso más extremo de deshumanización de la política migratoria tiene que ver con el trato hacia una población altamente vulnerable: los menores de edad que arriesgan la vida y la integridad física para llegar a Estados Unidos.