Para unos, Gumaro Pérez era un experimentado reportero de trato amable, apodado “el hombre rojo” por su cobertura de temas policiacos en Acayucan, Veracruz, uno de los estados mexicanos más peligrosos tanto para la prensa como para la sociedad en general.
A ojos de la fiscalía del estado, sin embargo, era un presunto colaborador del crimen organizado que tuvo un final macabro: hombres armados, supuestamente de un grupo rival, irrumpieron el 19 de diciembre en la escuela de su hijo de 6 años, en plena fiesta navideña, y le dispararon a bocajarro.