El nombre Mirna Nereyda Medina Quiñónez tiene un peso entre los activistas no sólo de Sinaloa, sino en todo México. La defensora, que visibilizó nacionalmente la problemática de su región, encontró a su hijo Roberto Corrales justo el día que se cumplían tres años de su rapto; sin embargo, el hallazgo no la ha alejado del grupo que dirige: las Rastreadoras del Fuerte de Sinaloa, personas que la desaparición de sus familiares las unió, la búsqueda las hermanó y un pacto las mantiene juntas.
Son las 08:00 de la mañana en los Mochis, Sinaloa. Mujeres en jeans, playeras holgadas, sombreros, zapatos industriales y una mochila con agua en sus espaldas, se reúnen en una oficina, se dividen en grupos, toman picos, palas, machetes, escobas, guantes, varillas y salen a escudriñar terrenos tras sus “tesoros”, como ellas le llaman a los restos de personas desaparecidas.