La geografía privilegiada que tiene la comunidad de Salazar en Lerma, Estado de México, fue un lujo natural para sus habitantes hasta hace tres años, cuando la codicia inmobiliaria se fijó en las tierras de un pueblo rodeado por una amplia zona boscosa, delimitada por un parque nacional, una laguna, la vía del extinto ferrocarril y la carretera México-Toluca.
Hoy, las tierras ancestrales que conforman el poblado de Salazar albergan dos realidades opuestas y una disputa legal por la ocupación de 217 hectáreas de bosques y parcelas agrícolas, litigio que sostienen con la comunidad de San Mateo Atarasquillo desde 1947.