El nuevo sistema penal acusatorio cumplió dos años desde su puesta en marcha obligatoria en todo el país, con resultados contrastantes. Por un lado, los juicios muestran un avance: son más rápidos, transparentes y con sentencias claras.
Pero por el otro las policías y las fiscalías mantiene los mismos vicios: detenciones prolongadas, maltratos a sospechosos e investigaciones recargadas en confesiones, y no en otras pruebas.