En septiembre pasado, luego de celebrar un sorteo alusivo al “avión presidencial”, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que había ya dos compradores en puerta y una oferta viable. A casi tres meses de distancia, no lo consiguió.
En una más de sus referencias a los excesos de quienes lo precedieron en el cargo, el mandatario expuso que la venta del Boeing-787 --negociado en las postrimerías del gobierno de Felipe Calderón y adquirido en el gobierno de Enrique Peña Nieto que lo usó por tres años—ha significado un reto que no existiría si fuera una aeronave comercial: