Pero la violencia, que incluyó disparos en el Capitolio, una persona muerta y la ocupación armada del salón de plenos del Senado, nació de un hombre que juró proteger las mismas tradiciones democráticas que los alborotadores intentaban deshacer en su nombre.
La turba que plantó asedio el miércoles al Capitolio de Estados Unidos era el resultado de las fuerzas destructivas que el Presidente, Donald Trump, lleva avivando desde hace años, y que culminaron con la interrupción de una formalidad democrática que habría acabado con su campaña anticonstitucional para mantenerse en el poder.
Las escenas de la jornada, con gente sobrepasando barricadas policiales, rompiendo ventanas y ocupando asiento de poder, eran imágenes que los estadounidenses estaban acostumbrados a ver en tierras lejanas con regímenes autoritarios.