Lo que las cifras oficiales muestran es que el colapso no llegó a los centros médicos porque estaba ocurriendo en las viviendas de miles de mexicanos, fuera de los focos mediáticos.
Rodrigo Gómez tiene 25 años y una gran responsabilidad: rellenar los tanques que carga para que su padre, Víctor, no se quede sin oxígeno y su salud no se deteriore. El hombre, de 60 años, enfermó hace una semana de COVID-19 y desde los primeros días su saturación cayó a menos de 70. Con menos de 90 es necesaria atención médica, así que necesita urgentemente oxígeno suplementario.
"Más de la mitad del día la dedico a buscar oxígeno. Se termina un tanque y ya tengo que estar rellenando el otro", dice el joven. Nos encontramos en el exterior de la sede de la empresa Infra en la colonia Escandón, en Ciudad de México. Gómez es uno de los últimos de una larga fila que se alarga por dos cuadras. Por delante, cerca de un centenar de personas, todos cargados con tanques de oxígeno para recargar. Tras una semana de experiencia, calcula que tendrá que esperar dos horas hasta que logre rellenar los tanques.