Los sicarios al servicio del capo le hacían llegar el dinero a su familia a cualquier lugar en el que estuviera luego de hacer escala en distintas ciudades de México y Estados Unidos.
La esposa de Benjamín Arellano Félix, uno de los líderes del Cártel de Tijuana, vivía con todas las comodidades, junto con su marido y sus hijas siempre habitaron residencias con albercas, gimnasios, juegos infantiles y una serie de lujos a los que no puede acceder una familia promedio.
Así describe el periodista Jesús Blancornelas en su libro “El Cártel”, la vida familiar de Ruth, la esposa de uno de los hermanos Arellano Félix, quien, mientras su marido era perseguido por las autoridades, recibía cada tercer día 30 mil dólares (626 mil pesos al tipo de cambio actual) a través de un sofisticado esquema en el que el dinero viabaja por distintas ciudades.