Cientos de personas son deportadas cada día desde Estados Unidos hacia México, luego desde este país hacia El Ceibo, en Guatemala, y de ahí hacia la frontera Corinto, en Honduras. Se trata de las llamadas “deportaciones exprés en cadena”, un fenómeno que, según defensores de los derechos humanos, representa una “nueva e invisible crisis humanitaria”.
Como cada noche, en esta frontera entre Honduras y Guatemala, los integrantes de organizaciones humanitarias se preparan para recibir con medicamentos básicos, agua y alimentos, a los cientos de migrantes hondureños que llegan en la madrugada deportados de los Estados Unidos con la colaboración de México, como parte del llamado Título 42.
La garita está cerrada y una larga fila de vehículos de carga, algunos con el motor encendido, esperan a que amanezca. Huele a smog y a basura. Es considerado como un punto rojo debido a la presencia de maras y narcotraficantes. A la 1:35 de la mañana llega un autobús blanco con personas deportadas, entre ellas Reina y su hijo de 4 años, quienes descienden del vehículo visiblemente desconcertados.