Asolada por la violencia de las pandillas, la familia de Sonia salió huyendo de El Salvador. “Mis hijos ya no podían estudiar. Mi hija Laura trabajaba y llegaba tarde. Un muchacho decía ‘esa chamaca me gusta, va a ser mía por las buenas o las malas’”, comparte en entrevista.
Se mudaron muchas veces por toda la capital, pero las mafias que se disputaban el control de la zona alrededor del penal de Mariona les seguían los pasos. “Cuando ya no había opción de cambiarnos de casa, tomé la decisión de venirme a México. Dije: ‘no puedo luchar contra ellos. No quiero lamentar que los próximos sean mis hijos e hijas, que los tenga que recoger en bolsas negras o no aparezcan’”.