Al escuchar los aplausos y los gritos que estallaron pasadas las 2 de la tarde en las escalinatas de acceso a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en el Centro Histórico de la capital mexicana, Gonzalo Castillo Cuevas interrumpió la entrevista y se llevó ambas manos a la cara.
“Al fin, se acabó esta pesadilla”, murmuró emocionado, mientras con la mirada buscaba a sus dos hermanos, Alonso y Ana Paula, para fundirse en un abrazo con ellos.