Para algunas mujeres, las agresiones que viven por parte de sus parejas no terminan cuando deciden separarse. Por el contrario, se convierten en víctimas de “violencia vicaria”, concepto que se refiere al daño que causa el padre a sus hijas e hijos para generar dolor a la madre. La historia de Lizeth es un ejemplo de esto.
Lizeth lleva más de seis años separada de sus dos hijas, Fernanda y Samantha. En 2016, le pidió el divorcio al padre de las niñas, quien la violentó a lo largo de la década que duró su matrimonio. Él respondió con la sustracción de las menores —entonces de ocho y 10 años— y también con una denuncia por presunta violencia familiar.