Organizaciones que dan acompañamiento a comunidades rarámuris, que luchan contra la tala clandestina, el despojo y la inseguridad, denunciaron cómo la presencia del crimen organizado y la violencia que genera no son nuevas en la región, pero ahora la situación se ha exacerbado porque las estructuras criminales han extendido su dominio y han aumentado su presencia, manteniendo a varias comunidades aterrorizadas.
La delincuencia organizada ha extendido sus tentáculos por la Sierra Tarahumara, que desde hace años ha mantenido bajo acecho. Lejos de ser combatido, el crimen organizado ha ganado terreno y se expande a diversos sectores más allá del trasiego de droga, como por ejemplo en diversas actividades económicas y hasta ha permeado en el ámbito político y ejidal, de acuerdo con testimonios de organizaciones civiles que están instaladas en esta región del país.
El asesinato de los dos padres jesuitas Javier Campos Morales, de 79 años, y Joaquín César Mora Salazar, de 80 años y un guía de turistas, Pedro Eliodoro Palma, dentro de la parroquia de Francisco Xavier en Cerocahui, Urique, ha puesto en el reflector nacional, e incluso internacional, la problemática a la que se enfrentan diversas comunidades indígenas en el estado de Chihuahua.