Al entrar al Campo Militar Número Uno, Antonia Morales Serafín cargaba en la bolsa un vestido rosa tejido del tamaño de una muñeca. Lo llevó por si encuentra a su papá, a quien desaparecieron ahí cuando ella tenía ocho meses, para que él la reconozca ahora que tiene 49 años. Al ex detenido Juan Manuel Hernández la misma visita le revivió el tiempo que estuvo “muerto en vida: en un sótano, un año de torturas”. El ex guerrillero Armando Otto Gaytán reconoció el paisaje que veía desde una ventana los 10 meses de 1979 que vivió en ese sitio, junto a personas que nunca volvieron a ser vistas con vida.
Durante los tres días que, por orden presidencial, fueron admitidos al campo militar -que es emblema de la represión, la tortura y la desaparición forzada-, y acompañados de militares recorrieron sus instalaciones, al grupo de 61 personas invitadas a la inspección, familiares de personas ahí desaparecidas y sobrevivientes de las detenciones, se les atragantaron los recuerdos.