Los padres y madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa se mantenían con el semblante serio y casi inmóviles cuando un sonoro “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” explotó a sus espaldas. El grito, que sonó al unísono y sirvió como señal de partida, provenía de las decenas de normalistas que los sucedían en la marcha por los ocho años de la desaparición de los jóvenes.
Ahí, frente al Ángel de la Independencia, comenzaron a marchar todos quienes desde hace ocho años han salido a las calles para buscar a sus hijos y exigir justicia. Todos menos Minerva Bello Guerrero, Tomás Ramírez Jiménez, Saúl Bruno García, Bernardo Campos Santos y Esequiel Mora Chora, quienes fallecieron “sin que hayan tenido respuesta alguna del paradero de sus hijos”.