El Instituto Nacional Electoral no ha fallado. Ni se le ha caído el sistema, ni elección alguna no ha podido desarrollarse, ni han impedido que los partidos sean multados por sus usos y abusos, y especialmente, han organizado las elecciones que, desde 2014, refrendaron el ejercicio de la democracia en México.
Y en 2018, después de una bien organizada jornada, el domingo 1 de julio por la noche informó del irrevocable triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la carrera por la presidencia de la República. La certeza democrática del INE aquella noche, después de informar de la copiosa e insólita votación, sería complementada poco más de un mes después, por la razón jurídica otorgando la constancia de presidente electo a través del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.