En diversas zonas de Baja California, los gobiernos entregaron territorios a los cabecillas de los cárteles de Sinaloa y Jalisco; criminales cobran “impuestos” a través de extorsiones, “expropian” ranchos, casas, restringen caminos de uso público, controlan rutas por medio de asesinatos y matan a sangre fría.
Como si fueran policías o soldados, los criminales circulan armados, a plena luz del día como en la canalización del rio Tijuana o en las rancherías de los siete municipios. A veces a pie, pero mayormente en camionetas, en parejas, aunque usualmente en grupos de cuatro o más, cobran piso, extorsiona, ponen retenes.