La camioneta en que llevaban al reportero Jesús Pintor paró de repente. ‘¡Bájate cocho!’, escuchó que le dijo uno de los hombres que lo mantuvieron retenido desde el pasado 27 de diciembre. Lo aventó al suelo de una patada. Pensó en la sentencia de muerte que le dictaron durante su tortura.
El vehículo arrancó y se alejó. Escuchó, porque casi siempre le tuvieron los ojos vendados, que el ruido del motor se diluyó y se quitó la venda. Lo habían liberado.