En los tiempos aquellos en los que el PRI gobernaba los estados y la República la sucesión presidencial iniciaba cuando en el penúltimo año del sexenio, aquellos que aspiraban a suceder al ocupante de la silla del águila, con su venia, por supuesto, iniciaban lo que solía llamarse la pasarela. Se exhibían, uno tras otro, primero en el partido y luego en los Estados, aun cuando la decisión final la tomaba el presidente de la República con el que fue el tan conocido dedazo.
Con muchos vicios priístas y viejos miembros de ese partido, en Morena cambió la forma, pero no el fondo. Quizá el cambio más notorio es que mientras en el pasado tricolor el presidente mantenía tapados a quienes consideraba para sucederlo, en el actual gobierno fue el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien, a la mitad de su sexenio, destapó a los aspirantes de su partido a sucederlo. Quizá para tener un mayor control sobre la sucesión presidencial morenista, o para auscultar al ojo del electorado a sus contendientes, o para medirlos en su capacidad de continuar con su proyecto, pero López Obrador adelantó su sucesión.