La ola de ataques dirigidos a la infraestructura de telecomunicaciones demuestra el deseo de los criminales de controlar no sólo las rutas de trasiego de estupefacientes, también las comunicaciones en amplias regiones del país donde tienen presencia.
El crimen organizado ha alcanzado desde hace tiempo una nueva dimensión de la que poco se habla por lo delicado del tema: está atacando la infraestructura de telecomunicaciones en México, lo cual tiene un impacto negativo en la seguridad, la confiabilidad de los servicios, la economía y la calidad de vida de la población.
En un país que lucha por la seguridad y la paz, estos grupos criminales han encontrado en la tecnología una herramienta más para ejercer su poder territorial.