“Lamentablemente, en el país impune en el que se ha convertido México, los asesinos de policías, como los de ciudadanos, de políticos, de candidatos, o de periodistas, mayormente no terminan en prisión”.
Las imágenes son terroríficas. Los cuerpos de cinco elementos de la policía municipal de Coyuca de Benítez, Guerrero, entre ellos una mujer, yacen boca abajo. Tres de ellos esposados con las manos sobre la espalda. Evidencia la escena del crimen que fueron retenidos vivos, y posteriormente fusilados.
En un paraje de humildes viviendas en la costa grande de Guerrero, en una esquina que conforman una maltrecha pared de ladrillos y una cerca de alambre, los cuerpos de otros tres oficiales, con sus uniformes, sus chalecos antibalas y sus armas de cargo, están sostenidos unos con otros. Las balas que acabaron con sus vidas, según lo recolectado por peritos, son de armas largas, AK-45 y R-15.