“Las Universidades deben ser ese semillero de ideas y estudiosos para que contribuyan no solo a las políticas públicas de un país, sino también al desarrollo de la sociedad en cualquiera de sus sectores, incluido el público”.
El presidente Andrés Manuel López Obrador no quiere objeción alguna sobre su pensamiento, particularmente aquel que materializa en reformas constitucionales que afectan, o afectarán a todos los ciudadanos, y que, por ende, deberían participar de las mismas.
López Obrador encaja perfecto en una de las definiciones que sobre el autoritarismo establece la Real Academia de la Lengua, “que ejerce la autoridad sin admitir ninguna objeción”, y a propósito de la mayoría recién adquirida en el Poder Legislativo, podría entrar en otra, sobre el régimen que “ejerce un poder sin límites ni control”.