Supongamos, sin conceder, que usted puede imaginarse lo siguiente:
Usted nació en un pueblo originario. En una comunidad adquirió su lengua, su cultura, su modo. Todo esto lo hace diferente. Para la antropología oficialista, su lengua es “dialecto” y su pueblo es “etnia”. Usted es lo que los progresistas llaman “un indio”. No importa su color de piel, porque en cuanto empiece a decir algo, notará el gesto de desprecio de su interlocutor no indígena. Verá, también, cómo esa persona se lleva instintivamente la mano al bolsillo para darle una moneda. Esa persona dará por sentado que usted es inferior, ignorante, sucio, pobre, supersticioso, manipulable… y tonto. Pero, ni modos, así le tocó a usted nacer. No importa qué haga, nada hará cambiar esa actitud del otro. Así como culturalmente se es indígena, así también se es racista por cultura, aunque sea un racismo “cool”.