La tolvanera que levantaban se podía ver desde lejos. Como esas trombas donde el viento se persigue a sí mismo e, incapaz de lograrlo, arrasa con lo que encuentra, lo alza a las nubes y lo arroja de nuevo al suelo.
“La tormenta”, pensé. “O algo peor”, volví a pensar. “¿Algo peor?”, reflexioné.