El colapso inducido que asoma en al menos cuatro de las seis refinerías en el país anuncia el principio del fin para Petróleos Mexicanos (Pemex). De enero a julio de este año la producción de gasolinas y diésel presentó una caída del 26.7 por ciento, con una disminución de 334 mil barriles diarios. Desde 2016, en que por segundo año consecutivo se recortó el gasto, el director de esa Empresa Productiva del Estado, Antonio González Anaya, aceptó no contemplar un “plan de capitalización” para las agotadas plantas.
Excusando la caída de los precios internacionales del petróleo y la entrada en vigor de la Reforma Energética, las autoridades dejaron naufragar a la entidad pública que por varias décadas aportó, en promedio, el 38 por ciento de los ingresos del país. Los recortes iniciados en 2015 dieron la puntilla a la empresa que en términos de ingresos era una de las más importantes del mundo, ubicada en el sitio 13, con ganancias del orden de los 120 mil millones de dólares anuales, solamente por debajo de transnacionales como Exxon Mobil, Wal Mart, Chevron, General Motors, Petrobras o AT&T, por mencionar algunas.