Me fijo en las palmeras porque veo en ellas el México viejo. Los cascos y vestigios de haciendas, por lo regular, tienen palmas, ya sea de dátil o de la llamada “de taco”. Esos cascos o ruinas de haciendas fueron antiguos centros de población con historias que contar. Un pasado inmediato que no se acaba de ir y que en mucho explica el presente que vivimos.
En muchos casos, alrededor de las haciendas del México porfiriano y lo que quedó después de la Revolución de 1910 se formaron caseríos rancherías; algunos llegaron a ser centros de población o comunidades. En el caso de Baca no fue así, ya que este pueblo es prehispánico: de la nación de los sinaloas, lo que no obstó para que hubiera hombres con poderío económico, político y militar con una economía tipo hacienda. En Baca coexistió la visión del México mestizo de filiación hispana (de Castilla, dicen) con la forma de vida indígena, que aún persisten.