Sentado en la cama de la habitación 617 del Hospital Ángeles del Pedregal. Con una bata con los logos de dicho nosocomio y un cubrebocas blanco en el rostro. Sin aparatos médicos conectados. Bebiendo té, agua y hasta una Coca-Cola en lata. Tomando apuntes e intercambiando impresiones con los dos abogados sentados a su lado.
Así fue como Emilio Lozoya Austin compareció en julio pasado ante un juez de la Ciudad de México para ser procesado por lavado de dinero. Con el cabello encanecido, pero relajado y sin sobresaltos, el exdirector de Pemex escuchó y hasta agradeció los cargos que le dieron a conocer los fiscales en una larga pero tersa audiencia realizada por videoconferencia.